A lo largo del tiempo la relación entre seres humanos y animales nos ayudó a desarrollar sentimientos como empatía, la compasión y el compromiso, aspectos que todavía seguimos animando continuamente.
La unión entre un animal y un ser humano es muy valiosa, incluso muchas veces esta relación resulta terapéutica. Por ejemplo, los niños autistas, discapacitados o con problemas neurológicos pueden nadar con delfines, una actividad de lo más gratificante.
Pero para no ir tan lejos, siempre se ha dicho que «el perro es el mejor amigo del hombre» y esto no es simple palabrería, la relación que desarrollamos con las mascotas es muy valiosa, es diferente de la que tenemos con amigos o familiares y nos enriquece de múltiples maneras.
Los animales no juzgan a sus dueños, los aceptan y quieren tal cual son. Por eso es tan especial el vínculo que desarrollamos con ellos; porque nos permite tener ‘alguien’ con quien expresar nuestras emociones, ‘alguien’ de quien preocuparnos y ‘alguien’ que nos acompaña y nos aprecia sin condiciones.
Cuando un animalito se cuela en nuestras vidas, no imaginamos lo que se puede llegar a sentir por ellos. Por ejemplo cuando un perro escucha la llave de la puerta, ya está detrás ella para recibirte, moviendo la cola a mil por hora, saltando de alegría.
Un simple paseo lo convierte en una pequeña aventura: descubre un nuevo rincón que escarbar, un nuevo amigo perruno con el que jugar. La energía que rebosa, contagia. Sabe cuando estás enfadado o triste, y solo con ponerse a tu lado y buscar tu caricia, te anima. Son leales. Su mirada es suficiente para decirte aquello de la película de ‘Up!’: “Te acabo de conocer, y te quiero“.
Los animales no hablan, pero son capaces de regalarnos sus sentimientos con su propio ser. Nos regalan multitud de momentos divertidos y felices que recordar. Por ello, la fina línea que existe entre tenerles cariño y quererles a rabiar es efímera.